El siguiente texto presenta una narración sobre un viaje imaginario de un grupo de estudiantes (Caso 1: módulo de Arte, pág. 32).
El color, la forma y los sonidos
Un grupo
de estudiantes de turismo,
sintiéndose migrantes
del universo, con capacidad de trascender el
tiempo y el espacio, decide
realizar una larga travesía con el propósito de elaborar un documental
que les permita tener información desde una práctica vivencial, sobre las
experiencias sensibles que caracterizan a distintas sociedades.
En su viaje llegaron a la comunidad de los Mochica. Allí recibieron una vasija en forma de rostro, sus colores
presentaban variaciones de ocre, como los de la cerámica cocida al sol. En la frente del rostro
de la vasija, se veía una franja con el diseño
de una serpiente, que simbolizaba la reconciliación de fuerzas opuestas: lo bueno y lo malo, la luz y la oscuridad,
el sol y el mar.
En su transitar se dirigieron a España, al siglo
XVI, en donde se encontraron con El Greco,
quien les llevó a su galería para que observaran sus obras; cada una tenía varios símbolos,
colores y formas. La
composición de sus imágenes narraba historias y concepciones que evocaban el
pensamiento medieval2.
El grupo continuó su trayectoria reflexionando sobre los conocimientos
que había recibido hasta entonces, en un intento por asociarlos con sus experiencias,
cotidianas.
Tras un breve lapso de tiempo se detuvieron
ante un gran cuadro: La
Manigua (la Jungla) de Wilfredo Lam3. En su obra el autor transgredía los conceptos de perspectiva que, según la tradición más técnica
del arte, define
que los
objetos alejados se ven más
pequeños que los cercanos y que las líneas
paralelas provocan la ilusión de convergencia hacia un punto situado en el
infinito que se conoce como punto de fuga. Al contrario de esta definición el artista en esta
obra rebasaba el significado de perspectiva, al saturar de imágenes
el plano a través de una
composición en la que confluían máscaras africanas, hojas, cuerpos, árboles,
matices, luces y sombras, entre las formas de los danzantes
negros del culto del Vudú, representando la experiencia y subjetividad
del artista contemporáneo.
El
encuentro con la obra de Lam, produjo inquietudes en el grupo,
las diferentes formas de
representación de una realidad, según la época y el lugar, podían provocar percepciones tan
diferentes que la idea de una sola realidad era difícil de aceptar.
En ese momento, tras reflexionar sobre las imágenes, encontraron a Olivea, una cantante que les contó que la imagen no lo es todo en las artes, que el sonido es vital cuando se trata de componer una obra y que inclusive en la pintura hay sonidos que se generan a través de los movimientos y vibración de las partículas que constituyen la materia4. Según Olivea, las vibraciones que producen los sonidos representan energías que se encuentran en nosotros y en toda la naturaleza, destacaba que el sonido es una fuerza universal capaz de producir cambios a nivel físico, emocional y espiritual. Comentó, ante algunas dudas del grupo, que las investigaciones científicas sobre la acústica, han identificado frecuencias sonoras que se relacionan con cada parte del cuerpo y que se han aplicado como terapia, debido a que las frecuencias adecuadas resultan ser benéficas para tratar afecciones y enfermedades; entre los ejemplos que propuso decía que la nota fa se relaciona con la vesícula, sol, con el estómago, bazo e hígado; la nota do, con la columna vertebral. La experiencia con el sonido, brindaba más elementos para repensar las formas de representación, debido a que se hacía evidente que la imagen no es todo, cuando se trata de pensar en las artes.
En ese momento, tras reflexionar sobre las imágenes, encontraron a Olivea, una cantante que les contó que la imagen no lo es todo en las artes, que el sonido es vital cuando se trata de componer una obra y que inclusive en la pintura hay sonidos que se generan a través de los movimientos y vibración de las partículas que constituyen la materia4. Según Olivea, las vibraciones que producen los sonidos representan energías que se encuentran en nosotros y en toda la naturaleza, destacaba que el sonido es una fuerza universal capaz de producir cambios a nivel físico, emocional y espiritual. Comentó, ante algunas dudas del grupo, que las investigaciones científicas sobre la acústica, han identificado frecuencias sonoras que se relacionan con cada parte del cuerpo y que se han aplicado como terapia, debido a que las frecuencias adecuadas resultan ser benéficas para tratar afecciones y enfermedades; entre los ejemplos que propuso decía que la nota fa se relaciona con la vesícula, sol, con el estómago, bazo e hígado; la nota do, con la columna vertebral. La experiencia con el sonido, brindaba más elementos para repensar las formas de representación, debido a que se hacía evidente que la imagen no es todo, cuando se trata de pensar en las artes.
Al regresar al Ecuador,
el grupo de jóvenes, luego de revisar sus notas de viaje y los diferentes
registros obtenidos, decidió
asistir a un ritual de la fecundidad de la Pachamama. En el ritual
observaron a mama Michi,
una indígena que dirigía la ceremonia. Ella se encontraba en uno de los extremos de un gran
símbolo elaborado con semillas, pétalos de flores de colores brillantes y
frutas que formaban una espiral que la comunidad llamaba “el churo”.
Este gran símbolo estaba
alineado con los cuatro
puntos cardinales, que representan puertas que se simbolizan
con los
cuatro elementos y sus colores de la siguiente manera: al norte se encuentra el agua, vinculada al color blanco; al sur está el
fuego, que se relaciona con el color
rojo; al este está
el aire, que se relaciona con el color amarillo; y al oeste
está la tierra, que se relaciona con el color verde.
El contexto de la ritualidad andina provocaba nuevas
formas de concebir las artes;
diferentes a las observadas en su viaje. Los sonidos de instrumentos
vernáculos como las quipas, el pingullo, los sonajeros
de semilla y el tambor, interpretados por
los taitas
comuneros, tenían sentidos específicos, pues cada instrumento musical emitía un
código sonoro que permitía el diálogo
entre el mundo tangible e intangible, que generaba la interrelación entre el hombre,
la naturaleza y los espíritus.
Tarea:
Tarea:
- Cada estudiante, utilizará el caso relatado para continuar con “su viaje”, contando cómo es su comunidad, su escuela, su aula de clases, su horario de trabajo, la cultura de esta comunidad, sus festividades y rituales.
- Adjuntará una fotografía de detalles importantes narrados en su historia, ejemplo: La escuela, el grupo de niños, la comunidad, etc.
- Utilizar al menos un multimedia para compartir el material: video, fotografía u otros.